martes, 5 de octubre de 2010

La suerte en el póker

Hay muchos temas escritos sobre si existe la suerte o no. Mi idea no es entrar a debatir su existencia en la vida cotidiana, por qué fulanito parece que tiene más suerte que nadie, que sin esforzarse le vienen las cosas como caídas del cielo… Ese es otro tema.

La cuestión sobre la que quiero meditar es exclusivamente la suerte en el póker. A qué nos referimos exactamente cuando hablamos de la suerte.

Hay muchas personas que culpan a la suerte de sus pérdidas en el juego, en lugar de hacer un examen concienzudo sobre su manera de jugar. Es mucho más sencillo culpar a la diosa fortuna que a uno mismo. Pero… ¿de verdad existe esa diosa fortuna?

Todos hemos oído hablar de las malas rachas. Conocemos historias de buenos jugadores que incluso dejaron de jugar porque no pudieron afrontar una racha tan mala y tan duradera. Por lo tanto, la suerte en el póker debe existir, ya que si son buenos jugadores y lo han demostrado durante un tiempo ganando, no tiene sentido que de buenas a primeras empiecen a perder y ya no puedan levantar cabeza.

Me han hecho varias veces las siguientes preguntas: ¿Influye la suerte en el póker? ¿En qué medida influye la suerte respecto al saber jugar? Siempre doy la misma respuesta, que parece que todos tenemos muy bien aprendida: “sí, la suerte influye en el póker, pero no es un factor determinante, sino sería simplemente un juego de azar y no un juego de destreza. A la larga, el saber jugar se debe imponer sobre la suerte porque la suerte es algo que oscila, hoy puedes tener el día afortunado tú y mañana lo puedo tener yo, pero si yo sé jugar, hago mis cálculos y tú te basas simplemente en tus corazonadas… a la larga tú perderás y yo ganaré”.

Pues bien, hoy estoy aquí para que os tiréis todos a mi cuello a degüello al deciros que creo que esto es completamente falso. Nos engañamos con la idea de que a la larga la suerte se estabiliza y algunos, incluso sin ser conscientes de ello, han preferido llamarlo varianza en lugar de suerte. Es que suena mucho más profesional, claro. Pero si nos remitimos a la teoría de la probabilidad, la varianza es la media aritmética del cuadrado de las desviaciones respecto de la media de una distribución estadística.

Como esto dicho así suena a chino mandarino para la mayoría, pondré un ejemplo para que nos quede más claro: Utilizando un par de dados comunes de seis caras, digamos que intentas obtener un 6 en cada dado en la misma tirada. Existe exactamente 1 posibilidad de 36 de que ocurra en cualquier tirada (1/6 * 1/6 = 1/36). Así que la esperanza matemática (eso que mola más llamarlo EV) dice que debes obtener un promedio de un seis en cada dado cada 36 tiradas. Haz la prueba y verás que esto no funciona así realmente. Puede que lo consigas al primer intento, puede que hagas 20 tiradas hasta lograr tus primeros dos seises y cuando tengas una “mala racha” puedes incluso hacer más de 100 tiradas sin llegar a ver dos seises en tus dados. Resumiendo: varía. En una muestra pequeña (unos pocos cientos de tiradas) habrá grandes oscilaciones entre los resultados.

Esto es la varianza exactamente. Esa variación. Pero claro, como se supone que esa varianza se vuelve más estable con una muestra más amplia… pues todos a pensar que la suerte no influye y que a la larga el saber jugar se debe imponer sobre el jugador de “lotopoker”. Pues no. Esto no es así. Y además, cómo sabemos qué muestra de datos necesitamos tener para que la varianza se vuelva más estable.

Y aquí llegamos por fin al quid de la cuestión. (He tardado, pero ya voy llegando). Cometemos el error de pensar que los sucesos pasados afectan a los futuros en lo relativo a actividades aleatorias. Estas son básicamente las ideas equivocadas en las que solemos creer:

• Un suceso aleatorio tiene más probabilidad de ocurrir porque no ha ocurrido durante cierto período

• Un suceso aleatorio tiene menos probabilidad de ocurrir porque no ha ocurrido durante cierto período

• Un suceso aleatorio tiene más probabilidad de ocurrir si ocurrió recientemente

• Un suceso aleatorio tiene menos probabilidad de ocurrir si ocurrió recientemente

Sencillamente, las probabilidades de que algo suceda la próxima vez no están necesariamente relacionadas con lo que ya sucedió. Si tiras una moneda al aire la probabilidad de que salga cara es una de cada dos veces. Así que si la tiras diez veces y salen diez cruces… ¿qué te hace pensar que en la undécima tirada hay más probabilidad de que salga cara? La probabilidad sigue siendo la misma: una de dos.

Y esto aplicado al póker… pues más sencillo todavía. Digamos que AA tiene una probabilidad de ganar frente a cualquier otra mano de un 80%. (No es exactamente así ya que contra AK es de un 87%, contra cualquier otra pareja es de un 80% y por ejemplo contra 67s es de un 77%, pero redondeo a esa cifra, que tampoco es demasiado relevante). Y resulta que nos encontramos revisando nuestros datos y nos encontramos que en 50 manos que hemos jugado con AA hemos perdido el 67% de ellas. ¿Qué raro, no? Si tendríamos que estar ganando. Bueno, será la varianza, dicen algunos, ya se estabilizará cuando juegue más manos. Porque claro, como la varianza se tiene que estabilizar, para que esto ocurra, en las manos futuras que juegue AA voy a ganar más veces de las que me corresponda. Y nos olvidamos de un detalle: cada vez que juegues AA, tienes un 20% de probabilidades de perder. Siempre la misma probabilidad, cada una de las veces.

¿Y qué sucede cuando llevas 1000 manos jugando AA y sigues perdiendo un 52% de las veces? Pues que tienes la moral por los suelos y que la varianza te la sopla y que maldita sea tu suerte.

Esto explicado así con los AA puede parecer algo exagerado, pero la suerte eso: algo que te sucede que era exageradamente difícil (o improbable) de que te pasara. Tanto para bien (buena suerte) como para mal (mala suerte). Así que entonces las rachas de suerte son los períodos de tiempo en los que te suceden continuamente esas cosas que son tan improbables de que te pasen. Y cuando estás en uno de estos periodos de tiempo, si eres matemático y eso te consuela puedes culpar a la varianza y esperar que empiece a estabilizarse algún día, si eres religioso puedes rezar a tu dios y pedirle que obre un milagro por ti o es más, castigarte un poquito más preguntándote si esto está sucediendo por algún extraño designio de tu dios, si estás pagando lo que otros llaman karma… o cualquier otra cosa que se te ocurra. Pero la situación seguirá siendo la misma en cada mano: siempre tendrás la misma probabilidad de perder por muchas manos que hayas jugado.

Y es que no me queda otra que llegar a la conclusión, aunque me duela, de que el póker nunca podrá ser, como quieren muchos, un deporte olímpico, porque al final la puñetera suerte o el azar o llámalo como quieras, decide en cada mano si el bote has de llevártelo tú, que tienes la mano ganadora en el turn, o le concede el milagrito de turno a tu contrincante en el river sacando una de las únicas tres cartas que le valen de toda la baraja. Y como juegas contra el jugador de “lotopoker”, no te molestes en calcular lo que tienes que apostar para sacarle de odds, ni cosas por el estilo, como el tío piense: “me vale un siete y tengo la corazonada de que va a salir” ya puedes meterle toda la caja que te va a pagar sin pensar… ¿y qué te apuestas a que le sale el siete? Muchos te dirán para consolarte que es genial que te pague, porque de todas las veces que esa situación se repita… ¿Cuántas veces le va a salir el siete? Claro, es lógico pensar que la mayoría de las veces el 7 no saldrá y ganarás tú… pero volvemos a lo mismo de antes: ¿qué pasa cuando a ese le sale el 7, al otro el 9, al otro el as… y las tuyas siempre palman aún cuando no debieran? ¿Qué pasa cuando la esperanza matemática (o EV) te dice que deberías haber ganado en 30.000 manos 1000 pavos y vas palmando 8000? ¿Qué pasará cuándo sean 500.000 manos? Se habrá estabilizado ya la varianza o me habrán embargado la casa?

Pues lo que pasa es que no hay consuelo, ni varianza, ni karma, ni dios, ni leches en vinagre. Y ahora que venga algún espabilado a decirte que la suerte no existe, o que es muy fácil culpar a la mala suerte cuando pierdes. Creo que algo así le debió pasar al escritor de la película en la que Michael Douglas sale con una escopeta a la calle y se lía a tiros con todo cristo… pero el hombre por lo menos lo puso en papel en lugar de llevarlo a cabo. Menos mal que yo no tengo escopeta en casa.